Encontró un labrador un águila presa en su cepo, y, seducido por su belleza, la soltó y le dio libertad.
El águila, que no fue ingrata con su bienhechor, viéndole sentado al pie de un muro que amenazaba derrumbarse, voló hasta él y le arrebató con sus garras la cinta con que se ceñía su cabeza.
Se levantó el hombre para perseguirla. El águila dejó caer la cinta; la tomó el labriego, y al volver sobre sus pasos halló desplomado el muro en el lugar donde antes estaba sentado, quedando muy sorprendido y agradecido de haber sido pagado así por el águila...
"Siempre debemos ser agradecidos con nuestros bienhechores y agradecer un favor con otro"
-Fábulas de Esopo
Liliana Franco
Quiero platicar® Coaching
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